La escalera que revolucionó el acceso a la Catedral de Burgos

A comienzos del siglo XVI, la Catedral de Burgos vivió una de las transformaciones más significativas de su historia gracias a una intervención que combinó funcionalidad, estética y modernidad: la creación de la Escalera Dorada. Esta monumental obra, encargada por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca y diseñada por Diego de Siloé, sigue siendo uno de los elementos arquitectónicos más admirados del templo y un referente del primer Renacimiento en España.

 Un problema urbanístico convertido en arte  

La construcción de la Escalera Dorada en 1516 respondió a una necesidad práctica: salvar el gran desnivel entre la calle Fernán González y el interior de la catedral, concretamente en el brazo norte del crucero. La escalera sustituía a una anterior, incómoda y deteriorada, que había sido utilizada durante décadas como paso frecuente de los vecinos que transportaban mercancías a través del templo, algo que el Cabildo deseaba evitar.

El obispo Fonseca, decidido a modernizar los accesos al templo y ordenar el tránsito desde el barrio de Las Llanas, impulsó esta reforma arquitectónica como parte de un conjunto de intervenciones que incluyeron también la apertura de la Puerta de Pellejería. Fue entonces cuando confió el proyecto a un joven Diego de Siloé, recién llegado de Italia, quien aplicó los principios del Renacimiento aprendidos en su estancia en el país transalpino.

 Siloé y la estética del Renacimiento  

La obra fue ejecutada entre 1516 y 1522. Con apenas dos metros y medio de fondo disponibles para su desarrollo, Siloé resolvió el desafío con una solución magistral: una escalera de cinco rampas y 39 peldaños, que apenas sobresale del muro y permite un acceso fluido sin obstaculizar el paso por la nueva puerta lateral.

Inspirado en modelos italianos de Bramante y Miguel Ángel, el arquitecto articuló un tramo inicial recto que se bifurca en dos tiros laterales, los cuales convergen de nuevo en la parte superior. En este punto culminante destacan los medallones de San Pedro y San Pablo, que dotan a la estructura de un aire solemne, casi litúrgico.

La decoración combina elementos vegetales, grutescos y formas zoomorfas, propios del Cinquecento, y cuenta con una barandilla de hierro forjado realizada por el maestro rejero francés Hilario. El resultado no solo resolvió el problema del desnivel, sino que añadió un elemento de prestigio artístico a la Catedral, que pronto fue considerado modélico y que inspiró incluso la escalera principal de la Ópera de París.

 Patrimonio de valor incalculable  

Además de su belleza y funcionalidad, la Escalera Dorada representa una evolución en la arquitectura eclesiástica española. Es considerada la primera escalera renacentista plenamente lograda en nuestro país, y por ello aparece en todos los manuales de historia del arte. Su nombre proviene del brillo dorado del metal de sus barandillas, que resalta aún más en el juego de luces del interior del templo.

El espacio está adornado con los escudos del Cabildo y del obispo Fonseca en los antepechos de los rellanos, y en su primer descansillo destaca una hornacina con una pintura de la Resurrección de Cristo. Situada al fondo del crucero, la Escalera Dorada no solo cumple una función práctica, sino que es, en sí misma, una pieza maestra que resume el espíritu de una época y el talento de un creador que dejó huella en la historia del arte español.

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