Sobrevivió a un incendio, fue saqueado y casi olvidado: el tesoro escondido en el corazón del Prado
Pocos visitantes del Museo del Prado sospechan que, más allá de las grandes obras de Velázquez o Goya, se oculta una colección que ha sobrevivido a siglos de tragedias

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Un conjunto de joyas reales únicas, esculpidas en cristal de roca y piedras preciosas, ha logrado sobrevivir a más de tres siglos de incendios, guerras y robos. Este tesoro, desconocido para muchos, se encuentra a salvo —y más deslumbrante que nunca— en el Museo Nacional del Prado, en Madrid.
El incendio que cambió el destino de las joyas del Gran Delfín
El Tesoro del Delfín, también conocido como Alhajas del Delfín, es uno de los conjuntos de orfebrería más valiosos de Europa. Originalmente propiedad de Luis de Francia, hijo del Rey Sol, fallecido en 1711 sin llegar a reinar, parte del tesoro fue heredado por su hijo, Felipe V de España, primer monarca Borbón del país. A él le fueron asignadas 169 piezas —una selección de las mejores entre las 698 originales—, que llegaron a Madrid como parte de la nueva herencia real.
Estas joyas se guardaron inicialmente en el Real Alcázar de Madrid, con la intención de exhibirlas en la llamada Pieza de las Furias, un proyecto del arquitecto René Carlier que jamás se llevó a cabo. Afortunadamente.

En 1734, el Real Alcázar fue destruido por un pavoroso incendio. Las llamas arrasaron obras de arte y colecciones irremplazables. Sin embargo, el Tesoro del Delfín logró salvarse por una razón casi accidental: poco antes del siniestro, las piezas habían sido trasladadas al Palacio de la Granja de San Ildefonso, evitando así la catástrofe. Permanecieron allí almacenadas, sin exhibirse, en la Casa de las Alhajas, salvaguardadas de forma discreta durante décadas.
Joyas saqueadas, mutiladas, pero nunca desaparecidas
Las piezas del Tesoro no solo sobrevivieron al fuego. Durante la Invasión napoleónica en el siglo XIX, algunas de las obras fueron saqueadas, y muchas quedaron mutiladas. Pero el episodio más dramático ocurrió en 1918, cuando un empleado del propio Museo del Prado, Rafael Coba, robó varias de estas joyas históricas. Aunque la mayoría fueron recuperadas, once se perdieron para siempre y treinta y cinco aparecieron gravemente dañadas, despojadas de piedras preciosas y metales nobles.
Este robo supuso un escándalo nacional. El entonces director del museo, José Villegas Cordero, fue destituido, y se clausuraron temporalmente los estudios que los artistas tenían en la pinacoteca.
Actualmente, el Tesoro del Delfín está formado por 144 piezas, muchas de ellas únicas en el mundo. Se exhiben en un espacio especializado en el ático norte del Prado, inaugurado en 2018, tras haber pasado casi treinta años en una cámara acorazada del sótano del museo. La nueva sala cuenta con vitrinas a medida, climatización controlada y sistemas de protección para materiales tan frágiles como cuero, esmalte o cristal de roca.
Entre los tesoros más llamativos hay copas, vasos y recipientes decorativos de los siglos XVI y XVII, elaborados por talleres milaneses, franceses e italianos, además de algunas piezas romanas, bizantinas, persas o chinas. Los materiales utilizados van desde el lapislázuli y la calcedonia hasta las conchas de nautilo y el oro esmaltado, engarzado con turquesas, rubíes, esmeraldas y perlas.

Incluso los estuches originales del siglo XVIII, elaborados en cuero, han llegado hasta hoy. Su diseño permitía identificar las joyas sin necesidad de abrirlos, y forman parte también de la exposición actual.
Dos piezas destacadas —un juego de café de laca y un estuche de caza (trousse de veneur)—, separadas del resto a finales del XIX, fueron recuperadas recientemente. Se hallaban en el Museo de América y el Museo Arqueológico Nacional, respectivamente.
En 2001, la historiadora Letizia Arbeteta publicó el primer catálogo razonado de esta colección, que ha contribuido decisivamente a su estudio, recuperación y puesta en valor.
¿Por qué visitar el Tesoro del Delfín?
El Tesoro del Delfín del Museo del Prado no es solo una muestra de lujo y orfebrería, sino un símbolo de resistencia cultural. Sobreviviente del fuego, del saqueo y del olvido, esta colección es hoy uno de los testimonios más impresionantes de la historia del arte europeo.
Puedes descubrirlo en tu próxima visita al Museo del Prado, en la sala del ático norte, junto a algunas de las colecciones más importantes del mundo.