El misterio que custodia la Cámara Santa de Oviedo desde hace más de mil años

La Cámara Santa de la Catedral de Oviedo guarda la enigmática Cruz de los Ángeles, una joya medieval rodeada de leyendas y simbolismos que aún hoy despiertan la curiosidad sobre su origen y los secretos que encierra

Cruz de los angeles

Susana Guzmán


Laura Palomo

Madrid - Publicado el

3 min lectura

La Cruz de los Ángeles, considerada la pieza de orfebrería más antigua de Asturias, fue donada por Alfonso II el Casto a la catedral de Oviedo en el año 808. Su historia trasciende la materialidad para convertirse en símbolo de la monarquía asturiana, emblema heráldico de Oviedo desde el siglo XIII y objeto de leyendas medievales que le otorgan un origen sobrenatural.

 Una cruz forjada entre historia y leyenda  

La más conocida de estas leyendas fue recogida por primera vez en la Crónica Silense en el siglo XI. En ella se cuenta que dos ángeles, disfrazados de orfebres peregrinos, fabricaron la cruz en secreto y la ofrecieron al monarca. Al encontrar la estancia vacía, iluminada por el resplandor de la joya terminada, Alfonso II creyó que habían sido mensajeros celestiales quienes la elaboraron, lo que dio lugar a su nombre: la Cruz de los Ángeles. 

Pero más allá del relato mítico, la pieza encierra múltiples dimensiones históricas, simbólicas y artísticas.

 Un relicario de oro y piedras con ecos del Imperio romano  

La cruz está compuesta por madera de ciprés revestida con oro, con unas dimensiones de 46,5 x 45,5 cm y un grosor de 2,5 cm. Cada uno de sus brazos contiene compartimentos para reliquias, cerrados con tapas correderas, que revelan su uso como cruz-relicario.

cruz de los angeles

Teo Moreno Moreno

Cruz de los Ángeles

En el anverso destacan 48 piedras engastadas, entre ellas camafeos y entalles romanos reutilizados: una campesina de perfil, la diosa Atenea, una figura híbrida de cabra y serpiente y la escena de Eneas huyendo de Troya. Estas representaciones paganas no son casuales, según el arquitecto Carlos Sánchez-Montaña, las joyas podrían proceder del tesoro personal del emperador Octavio Augusto, teoría basada en el estudio detallado de estas piezas y en sus similitudes con joyas romanas halladas en Lucus Augusti (Lugo).

El reverso está decorado con una lámina lisa de oro y una inscripción latina en letras de oro, cuyas frases distribuidas por los brazos aluden al donante Alfonso II, a la protección divina del objeto, a la fecha de su fabricación y al lema que posteriormente adoptarán los reyes asturleoneses: Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus (“Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo”).

También conserva anillas en sus brazos, de las que presumiblemente colgaron las letras griegas alfa y omega, símbolo del principio y el fin.

 Una técnica única en su tiempo  

La Cruz de los Ángeles presenta una innovación técnica sin precedentes en la orfebrería hispánica altomedieval. Su filigrana dorada, el engaste de piedras en forma de cabujón y el aprovechamiento de gemas romanas no encuentran paralelos ni en el territorio hispano ni en Europa occidental de su época. Su estilo sugiere influencias bizantinas y carolingias, pero al mismo tiempo muestra una intención consciente de arcaísmo formal por parte de sus creadores.

El precedente más cercano en cuanto a tipología es la gran cruz del Tesoro de Guarrazar, aunque la cruz ovetense marca un salto técnico y simbólico: es la primera de su clase y servirá de modelo para otras, como la Cruz de la Victoria, ofrecida por Alfonso III en 874.

Durante el siglo XX, tras un robo en 1977, la cruz fue restaurada entre 1979 y 1986. El camafeo central original, una joya romana de ágata, fue sustituido por una réplica alemana. A día de hoy, la Cruz de los Ángeles se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, flanqueada por figuras de ángeles orantes y custodiada como uno de los grandes símbolos del patrimonio religioso e histórico del Principado.

catedral de oviedo

Sergi Reboredo

Catedral de Oviedo

Más allá de su valor artístico y religioso, la cruz también tiene un fuerte componente político. Su donación fue un gesto de afirmación del poder real, en un momento donde el trono asturiano buscaba legitimarse a través del patrocinio religioso. Alfonso II no solo regaló una joya, forjó un símbolo de unidad entre la monarquía, el cristianismo y la herencia imperial romana.

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