El Papa León XIV, a los niños, mayores y familias enteras del Jubileo en una plaza abarrotada de San Pedro: "Es un lugar privilegiado para encontrar a Jesús"
El pontífice preside la misa por el Jubileo de las Familias que coincide con la Ascensión del Señor, en el séptimo domingo de pascua. "En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación"

El Papa León XIV durante la homilía por el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores
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En una plaza de San Pedro abarrotada de familias enteras, niños y abuelos, los peregrinos se han dado cita en la explanada de la basílica para celebrar la misa del Jubileo de las Familias, el domingo en el que se celebra el séptimo del tiempo pascual. Además, en este domingo, también se celebra la Ascensión del Señor a los cielos, cuando se cumplen 40 días desde la Resurrección.
Se estima que han sido unos 45.000 fieles los que se han congregado en la plaza y han recibido al Papa León XIV con una calurosa bienvenida cuando ha llegado para presidir la Eucaristía en el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores.
Durante su homilía, el Papa León XIV, ha hecho hincapié en la importancia que tiene que las bases de un matrimonio sean sólidas para poder vivir el mensaje del Evangelio de una forma adecuada. Además, ha aprovechado la oportunidad para lanzar un mensaje no solo a las familias completas, si no a los niños, y a los mayores, a los que dirige el mensaje de que es precisamente en el núcleo familiar donde se transmite la fe, de generación en generación.
la homilía completa del papa león xiv por el jubileo de las familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores
"El Evangelio que acabamos de proclamar nos muestra a Jesús que, en la Última Cena, ora por nosotros. El Verbo de Dios hecho hombre, ya cercano al final de su vida terrena, piensa en nosotros, sus hermanos, y se convierte en bendición, súplica y alabanza al Padre, con la fuerza del Espíritu Santo. También nosotros, al entrar con asombro y confianza dentro de la oración de Jesús, nos vemos envueltos, por su amor, en un gran proyecto que abarca a toda la humanidad. Cristo pide, en efecto, que todos seamos “una sola cosa”.

El Papa León XIV recibe el cariño de cientos de fieles minutos antes de comenzar la Misa por el Jubileo
El Papa León XIV continuaba añadiendo que: "Este es el mayor bien que se puede desear, porque esta unión universal realiza entre las criaturas la comunión eterna de amor que es Dios mismo: el Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte. El Señor quiere que, para unirnos, no nos agreguemos a una masa indistinta como un bloque anónimo, sino que seamos uno: «Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros». La unidad por la que Jesús ora es, por tanto, una comunión fundada en el mismo amor con que Dios ama, de donde provienen la vida y la salvación. Y como tal, es ante todo un don que Jesús trae consigo. Es, desde su corazón humano, que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste».
Escuchamos con conmoción estas palabras: Jesús nos está revelando que Dios nos ama como se ama a sí mismo. El Padre no nos ama menos que a su Hijo unigénito, o sea de manera infinita. Dios no ama menos, porque ama antes de nada, ¡ama antes que nadie! Así lo atestigua Cristo cuando dice al Padre: «Ya me amabas antes de la creación del mundo». Y es así: en su misericordia, Dios desde siempre quiere acoger a todos los hombres en su abrazo; y es su vida, la que se nos entrega por medio de Cristo, la que nos hace uno, la que nos une entre nosotros"
No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos"
Oír hoy este Evangelio, durante el Jubileo de las Familias y de los Niños, de los Abuelos y de los Ancianos, nos llena de alegría. Queridos amigos, hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado. Como enseñaba el Papa Francisco: «Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer». Y no sólo eso. Apenas nacemos, necesitamos de los demás para vivir; solos no lo hubiéramos logrado. Se lo debemos a alguien más, que nos salvó, se hizo cargo de nosotros, de nuestro cuerpo y también de nuestro espíritu. Todos nosotros vivimos gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo. Es cierto que, a veces, esta humanidad se ve traicionada. Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir.
Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas. Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser “uno” tal y como el Señor quiere que seamos “uno”, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida. Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es «el Alfa y la Omega», «el principio y el fin», seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo.

El Papa León XIV saluda a los fieles antes de comenzar la misa por el Jubileo en San Pedro
No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos. En las últimas décadas hemos recibido un signo que llena de gozo y, al mismo tiempo, invita a reflexionar: me refiero al hecho de que fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Pienso en Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y recuerdo también a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado. Y no olvidemos a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio.
Decía que es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades. Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo. Este amor, al hacerlos “una sola carne”, los capacita para dar vida, a imagen de Dios. Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo.

Sacerdotes distribuyen la comunión entre los fieles en la Misa por el Jubileo de las Familias, NIños y Mayores
Y ustedes, hijos, sean agradecidos con sus padres: decir “gracias” por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre. Por último, a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años. En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien. Y quisiera añadir una última cosa. La oración del Hijo de Dios, que nos infunde esperanza en el camino, también nos recuerda que un día seremos todos uno unum: una sola cosa en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios. No sólo nosotros, sino también los padres y las madres; los abuelos y abuelas; los hermanos, hermanas e hijos que ya nos han precedido en la luz de su Pascua eterna, y que hoy sentimos presentes, aquí, con nosotros, en este momento de fiesta.