El motivo que puede dejar a España sin internet: qué dejaría de funcionar y el país que ya trabaja en una herramienta para provocarlo

La Linterna analiza la caída del servicio de internet en Sevilla y cuál es el riesgo al que se enfrenta el resto del continente

Una tablet sin conexión a internet

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Una tablet sin conexión a internet

Paco Delgado

Madrid - Publicado el

3 min lectura

El reciente corte masivo de internet en Sevilla, provocado por una avería en la red de Telefónica, ha vuelto a poner sobre la mesa la vulnerabilidad de las telecomunicaciones y su impacto en la vida cotidiana. El incidente, que afectó a servicios esenciales como centros de salud y emergencias 112 en varias comunidades autónomas, es solo un ejemplo local de lo que podría ocurrir a escala global si fallaran los pilares que sostienen la red.

En La Linterna, el analista tecnológico Mario Yáñez desgranó los riesgos y la complejidad de una infraestructura que muchos dan por sentada: los cables submarinos, auténticas autopistas de datos que cruzan océanos y mantienen en pie la economía digital.

 Internet viaja bajo el mar  

Aunque popularmente se asocie la conectividad global con satélites o redes inalámbricas, la realidad es que el 99% del tráfico de internet se transmite a través de más de 600 cables submarinos que recorren 1,4 millones de kilómetros en los fondos marinos. "Es una red más larga que el diámetro del Sol", destacó Yáñez.

Cables bajo el Mar Mediterráneo

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Cables de internet bajo el Mar Mediterráneo

Gigantes tecnológicos como Google, Meta, Microsoft y Amazon, junto a operadoras tradicionales como Telefónica o Orange, son los principales responsables de su despliegue y mantenimiento. Ejemplos como el cable Firmina (13.000 km entre EE.UU. y Argentina) o el Asia America Gateway (20.000 km) ilustran la escala de estas infraestructuras, críticas para la comunicación entre continentes.

España, por su posición geográfica, es un nodo estratégico. Actualmente cuenta con 11 cables activos, entre ellos MAREA —impulsado por Microsoft, Facebook y Telxius— que une Bilbao con Virginia (EE.UU.), y el Grace Hopper de Google. Pronto se sumará Barracuda, un nuevo enlace de alta velocidad entre Valencia y Génova, mientras que proyectos como Medusa (7.800 km) conectarán el sur de Europa con el norte de África, reforzando el papel de ciudades como Barcelona o Lisboa.

 Fragilidad y sabotaje: los cables en el punto de mira  

Pese a su robustez, estos cables no son invulnerables. Cada año se registran entre 150 y 200 cortes, muchos causados por actividades humanas como la pesca o la minería submarina. Las reparaciones son una odisea técnica: en aguas someras intervienen buzos, pero en profundidades abisales se emplean barcos especializados que "pescan" los cables con garfios para repararlos a bordo.

Caída de la red de internet

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Caída de la red de internet

El verdadero riesgo, sin embargo, no son los accidentes, sino el sabotaje. "No es ciencia ficción", advirtió Yáñez.

Incidentes como los cortes en cables entre Finlandia y Estonia —con sospechas de barcos vinculados a Rusia— o las tensiones en el estrecho de Taiwán, donde cables vitales han quedado inutilizados, demuestran que estas infraestructuras son objetivos estratégicos. De hecho, China ha desarrollado herramientas capaces de cortar cables a 4.000 metros de profundidad, supuestamente para minería, pero que podrían usarse en un escenario de conflicto.

La ubicación de los cables los hace especialmente sensibles: rutas como el canal de Suez, el mar Rojo o el golfo de Adén son puntos críticos por su cercanía a zonas de tensión geopolítica. "Cortarlos sería una forma de ciberguerra sin disparar un solo tiro", alertó Yáñez. La OTAN ya patrulla áreas como el Báltico, y empresas privadas trabajan en sistemas de monitoreo, pero vigilar millones de kilómetros de cables sigue siendo un desafío.

 Un día sin internet: el colapso de la economía global  

Las consecuencias de un ataque masivo serían catastróficas. Según estimaciones, un solo día sin internet costaría más de 40.000 millones de dólares: las bolsas se paralizarían, las transacciones con tarjeta fallarían y el comercio electrónico se detendría. "WhatsApp, Zoom, el correo electrónico… todo dejaría de funcionar", explicó Yáñez. Pero el impacto iría más allá: servicios públicos como teleasistencia, hospitales o redes ferroviarias dependen de la conectividad, y su colapso dejaría a los estados en una "situación de vulnerabilidad máxima".

Y es que el apagón de Sevilla fue un recordatorio de que, en un mundo hiperconectado, la estabilidad de internet es un asunto de seguridad nacional. Como concluyó Yáñez, "proteger estas autopistas submarinas ya no es solo una cuestión técnica, sino geoestratégica". Mientras los datos sigan fluyendo por los océanos, su fragilidad seguirá siendo la nuestra.

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