De la frustración al bienestar: cómo transformar un día laboral desastroso en una oportunidad

Aplica estos consejos para transformar tus pensamientos y sentimientos negativos en una oportunidad de crecer

Entre el trabajo, el dinero, las noticias que no paran y el celular que no deja de sonar, no es raro que estemos todos un poco al límite.

Entre el trabajo, el dinero, las noticias que no paran y el celular que no deja de sonar, no es raro que estemos todos un poco al límite.

Fran Viñuela

Granada - Publicado el

3 min lectura

Todos hemos vivido uno: ese día en el trabajo en el que nada sale bien. Reuniones que se extienden sin sentido, correos que se acumulan, errores que no se pueden deshacer y, para colmo, una discusión con un compañero o una llamada tensa con un cliente. El resultado es una sensación de agotamiento físico y mental que amenaza con prolongarse más allá del horario laboral. Sin embargo, un mal día no tiene por qué marcar el rumbo de la semana ni definir nuestra valía profesional.

Según un estudio del Instituto Europeo de Psicología Aplicada (IEPA), el 68% de los trabajadores reconoce haber tenido al menos un día laboral “altamente frustrante” al mes, y un 42% afirma que ese malestar se traslada frecuentemente a su vida personal. Conocer estrategias efectivas para gestionar esos días es clave para preservar la salud emocional, mejorar el desempeño y encontrar oportunidades en medio del caos.

A continuación, te ofrecemos una guía práctica y realista para transformar un mal día de trabajo en una oportunidad de autocuidado, reflexión y mejora

Detén la espiral de pensamientos negativos  

Uno de los efectos más dañinos de un mal día es el bucle mental que genera. “Revivir mentalmente cada error o discusión no ayuda. Al contrario, impide que el cerebro desconecte y se recupere”, explica la psicóloga laboral Clara Muñoz.

Consejo práctico: al salir del trabajo, dedica cinco minutos a identificar los pensamientos más recurrentes y escríbelos. Luego, respóndeles con frases racionales y compasivas: “Tuve un mal día, pero eso no define mi capacidad”. 

Mueve el cuerpo, aunque sea poco  

El ejercicio físico, incluso leve, libera endorfinas y reduce el cortisol, la hormona del estrés. No es necesario correr 10 km ni ir al gimnasio si no te apetece.

Consejo práctico: sal a caminar 15 minutos por tu barrio, sube escaleras, baila tu canción favorita en casa o haz estiramientos. Lo importante es interrumpir la inercia del estrés con movimiento. 

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Desconecta del trabajo de forma consciente  

Responder correos desde casa o revisar documentos por la noche solo prolonga la jornada y mantiene activa la mente laboral. “El descanso es una responsabilidad profesional, no un lujo”, asegura Muñoz.

Consejo práctico: fija un “ritual de cierre” al terminar el trabajo: apaga el ordenador, guarda tu agenda y realiza una actividad simbólica que marque el fin del día laboral, como una ducha, preparar una infusión o salir al balcón unos minutos. 

Busca un refugio emocional seguro  

Hablar con alguien de confianza ayuda a liberar tensiones y poner en perspectiva lo ocurrido. No se trata de que te den soluciones, sino de sentirte escuchado y comprendido.

Consejo práctico: si tienes una pareja, amigo o familiar con quien puedas hablar abiertamente, cuéntale cómo fue tu día. Si no, escribir una carta que no piensas enviar puede tener efectos terapéuticos similares.

Familia joven feliz con niños pequeños haciendo yoga y practicando meditación juntos

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Familia joven feliz con niños pequeños haciendo yoga y practicando meditación juntos

Convierte la experiencia en aprendizaje  

No todo error es una catástrofe. De hecho, muchos avances profesionales nacen de momentos incómodos. La clave está en cambiar el enfoque: del fracaso al aprendizaje.

Consejo práctico: al día siguiente, dedica 10 minutos a revisar lo que pasó con calma. Pregúntate: ¿qué aprendí? ¿qué podría hacer distinto si vuelve a ocurrir? ¿a quién puedo pedir consejo o ayuda?

Cuida tu descanso más que nunca  

Después de un día tenso, dormir bien es fundamental para que el cuerpo y la mente se regeneren. Evita pantallas antes de acostarte y opta por rutinas relajantes.

Consejo práctico: prueba con una meditación guiada, un baño caliente o una lectura ligera. Si los pensamientos te asaltan en la cama, ten una libreta a mano para “sacarlos” de tu mente. Reenfocar lo negativo: una habilidad que se entrena

Reponerse de un mal día no significa ignorarlo ni disfrazarlo de optimismo forzado. Implica aceptar lo ocurrido, dar espacio a las emociones y luego actuar con cuidado hacia uno mismo. Convertir la frustración en bienestar no es un acto espontáneo, sino una habilidad que se puede desarrollar con práctica y autoconciencia.

Como señala la psicóloga Muñoz: “Los malos días no desaparecen por arte de magia, pero podemos aprender a que no nos arrastren. Y en ese aprendizaje, muchas veces, descubrimos nuestra mejor versión”.

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